lunes, 14 de octubre de 2013

Ley 'Wert': la reforma educativa que nos hará menos tontos y más ignorantes

La nueva ley de educación, conocida como "ley Wert" —la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa)—, ya ha cubierto su primer trámite parlamentario en el Congreso de los Diputados. Y lo ha superado con los votos únicos de la dialogante mayoría absoluta del Partido Popular. Partido del consenso mediante una legislación récord en decretos leyes. El consenso de esta ley es tan amplio que choca con una parte importante de la comunidad educativa: centros educativos y universidades, docentes, alumnos, padres de alumnos. El espíritu dialogante de José Ignacio Wert pasa por hacer oídos sordos a los cuestionamientos del dictamen del Consejo de Estado, presidido por su colega de partido el Excmo. Sr. D. José Manuel Romay Beccaría (exministro y extesorero del PP).

El reciente informe "PISA para adultos" —PIAAC (Programa Internacional para la Evaluación de la Competencia de los Adultos, en su traducción del inglés)—, le ha venido al Gobierno como anillo al dedo para justificar la urgente necesidad de reformar el sistema educativo. Demuestra, según los populares, lo rematadamente malas que fueron las dos leyes socialistas: la LOGSE (Ley Orgánica General del Sistema Educativo, 1990) y la LOE (Ley Orgánica de Educación, 2006). Para que nos hagamos una idea de lo tontos (o medio tontos) que somos se nos ponen unos ejemplos ilustrativos; algo así como un barómetro del escaso entendimiento medio español.

Así, en nuestra gran ignorancia muy próxima a la estulticia, nos ejemplifican que no sabemos calcular —comprensión matemática— el precio unitario en una oferta "tres por dos" del supermercado; no entendemos el recibo de la luz; o no comprendemos textos como "El Quijote" —comprensión lectora—. Que les pregunten a los abuelos, padres y amas y amos de casa que hacen encaje de bolillos para estirar el sueldo, el subsidio o la pensión, míseros, si no saben calcular el precio de las ofertas del supermercado. Que le pregunten al expresidente José María Aznar, inventor del multimillonario déficit tarifario eléctrico, que seguimos y seguiremos pagando durante años, si entiende por qué tenemos una de las facturas eléctricas más caras de Europa. Que pregunten, finalmente, a titulados universitarios superiores y nos digan después cuántos de ellos se han leído la obra cumbre de Miguel de Cervantes —yo lo empecé a leer, por curiosidad, siendo adolescente; y lo terminé de leer, por grata obligación, en bachillerato—.

Lo primero que resulta sospechoso es que entre los primeros preocupados por la ignorancia española —además del ministerio del ramo, gobierno y PP—, puesta de manifiesto por los informes del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) se encuentre la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Organización claramente neoliberal, cuyo concepto educativo es meramente mercantil; y su nivel de conocimiento óptimo es el de la eficiencia productiva y económica de la mano de obra (titulada o no). No creemos que la OCDE esté más preocupada por la comprensión literaria y filosófica, y la base matemática, que por el uso del Excel y la interpretación de las cotizaciones bursátiles.

Lo segundo que hay que resaltar del informe PISA es la amplia horquilla de edades (entre 16 y 65 años) y procedencia (14% de inmigrantes) en los 6.055 españoles participantes. En las personas de más edad nos encontramos con ciudadanos (estudiantes o no) de la posguerra franquista. Yo (1965) pertenezco a la generación de la LGE (Ley General de Educación, 1970). De la EGB (Enseñanza General Básica); el BUP (Bachillerato Unificado Polivalente); el COU (Curso de Orientación Universitaria); y la Selectividad. De centros públicos (de colegio "nacional", donde todavía se rezaba el padrenuestro por megafonía), y bachillerato mixto (matemáticas y latín); titulado universitario en centros también públicos. Y quizá, como se desprende del informe, saldría mal parado compitiendo con los bachilleres japoneses.

Tanto que nos gusta compararnos con los países desarrollados de nuestro entorno, incluyendo el excelente sistema educativo finlandés (no modificado en décadas, sea cual sea el signo político-ideológico del gobierno; con una exigencia y un respeto muy elevados para el acceso al magisterio, por cierto); busquemos algunos de los elementos sobre los que gira la reforma educativa española en esos países, a ver si los encontramos configurados como aquí.

Religión. No terminamos de sacar la religión de las aulas públicas. Ahora puntúa en la media académica. Se paga al profesorado confesional con los fondos públicos educativos. Todo ello en un Estado constitucionalmente aconfesional. La religión se debe enseñar en los templos (iglesias, sinagogas, mezquitas, ...).

Enseñanza concertada. Se mantiene el sistema de sostener con fondos públicos los centros privados (en su mayoría religiosos católicos). El Estado sustituye los centros y profesorado públicos por centros privados. Ahora legalizan también el sostenimiento de centros de enseñanza que segregan por sexos; generalmente pertenecientes a opciones ideológico-religiosas ultracatólicas, como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.

Reválidas. Como no se fían de la competencia del profesorado, reinstauran las reválidas (al final de los diferentes ciclos). Supongamos que los evaluadores son funcionarios públicos docentes; ergo tienen dudas del nivel educativo de los centros privados y concertados, en los que los profesores no sufren una oposición pública para ejercer de enseñantes. Los niños y jóvenes, de deberes, exámenes y controles permanentes, añadirán en su agenda escolar las dudosamente efectivas reválidas; que vendrán a ser un elemento más de criba excluyente y expulsión del sistema educativo.

Lenguas. El castellano está en peligro. Las lenguas cooficiales "minoritarias" quedan supeditadas a la lengua del imperio, fulminando las políticas "totalitarias" de normalización lingüística. En Balears, por ejemplo, el PP lo llama trilingüismo; consistente en aumentar las horas de castellano e inglés a costa de reducir (en ocasiones hasta la mínima expresión) las horas y asignaturas en catalán.

Ya vemos cómo el ministro Wert y su jefe Rajoy van a mejorar las competencias en comprensión lectora y matemática. Dificultando el acceso a las becas y expulsando a miles de estudiantes de las aulas; reduciendo profesorado y centros de enseñanza públicos; aumentando los alumnos por aula; enseñando religión (fundamentalmente católica), y eliminando Educación para la ciudadanía; segregando por sexos; marginando las lenguas cooficiales. Al Gobierno de España y al partido que lo sustenta parece que les agrada retrotraernos a épocas pretéritas, con una enseñanza universitaria para las élites y pudientes; y una formación profesional de miniempleos ('minijobs') con sueldos míseros para el resto. Entre medias: la ignorancia, la esclavitud; el pensamiento anestesiado, plano, dirigido y controlado. Una reforma de estrangulamiento ideológico y económico-financiero.

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