Las elecciones al Parlamento Europeo han puesto en evidencia muchos elementos sociológicos. Si hubiera que aglutinarlos en un común denominador, lo enunciaría de la siguiente forma: la paciencia tiene un límite; la esperanza es lo último que se pierde; la alternativa política es posible.
A los grandes partidos no les preocupaba en exceso el parlamentario europeo que las encuestas asignaban a Podemos. Pero los cinco finalmente obtenidos por la formación política les han producido una hipertensión próxima al infarto. La cosa ha ido demasiado lejos. Al final van a tener que activar la operación anunciada de "gran pacto de Estado", PP-PSOE. Los grandes partidos son los que han hecho avanzar a la humanidad –dicen–. Tan solo hay que ver lo avanzada que está España.
Los resultados electorales les han sacado de su zona cómoda. Con una campaña electoral patética, en la que de lo que menos han hablado ha sido de Europa. Con una Eurocámara convertida en cementerio de elefantes. Retiro dorado de determinados personajes de pasado dudoso. Como Rosa Estaràs (PP), una de las manos derechas del 'expresident' balear y exministro Jaume Matas.
El mensaje del miedo les ha funcionado muchos años, demasiados. Tras el batacazo electoral la derecha, política y mediática, ha redoblado su campaña de infamias e insultos. Que vienen los rojos; los chavistas bolivarianos; los castristas; la extrema izquierda –la extrema derecha debe ser que sólo habita en Francia y Grecia–; los antisistema. Por rellenar tiempos en las ondas radiofónicas y televisivas, y renglones en la prensa, han llegado a despreciar la vestimenta y aspecto de Pablo Iglesias, calificándole de "el coletas". O se han inventado otros motes, más o menos cómicos, como "el Lenin de la Complutense".
De momento, el mensaje de Podemos es esperanzador. Argumentan que no se trata de siglas –que se lo digan al PSOE, hace años ni socialista ni obrero–, sino de propuestas programáticas para evitar el sufrimiento de los ciudadanos. Parafraseando a Iglesias, ya es hora de que los mayordomos del poder dejen de gobernarnos. Por eso "la casta" se ha puesto muy nerviosa. Ven peligrar sus privilegios; ven posible una gran coalición de izquierdas; ven tambalearse el bipartidismo.
Pero más de un millón doscientos mil ciudadanos ilusionados (1.245.948) no se van a conformar con estos resultados. Son muchos compatriotas, como para ampararse en la abstención, en el orden, y en los rojillos desharrapados. En 2015 tendremos Elecciones Generales, Autonómicas y Municipales. El mismo despreciado pueblo tendrá otra vez la palabra, mal que les pese a los de siempre. Pueden. Podemos.
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