jueves, 16 de agosto de 2012

El plebeyo Palacio de Marivent

Hagamos una breve historia del Palacio de Marivent (Palma, Mallorca, Illes Balears). Perteneció al pintor y mecenas egipcio Juan de Saridakis (Alejandría, 1877 - Palma, 1963). En 1966 la viuda de Saridakis, Anunciación Marconi, lo cedió a la entonces Diputación Provincial (hoy Consell Insular de Mallorca).

La condición de la cesión era que se crease un museo que llevase el nombre del pintor, abierto al público. Sin embargo, en 1973, la Diputación cedió la finca a los príncipes de España (Juan Carlos de Borbón y consorte); incumpliendo de esta forma los términos de la cesión.

Los herederos del pintor acudieron a los tribunales de justicia (llegando en última instancia al Tribunal Supremo), consiguiendo la reversión de los bienes muebles.

Díganme ustedes si esto no tiene toda la pinta de una expropiación de libro; eso sí, ahorrándose la Administración autonómica la indemnización.

A la Comunidad Autónoma de las Illes Balears le cuesta el mantenimiento del Palacio, anualmente, cerca de dos millones de euros públicos. Pero, para el president del Govern Balear, José Ramón Bauzá, bien pagados están. Habla en nombre de todos los ciudadanos de Balears, no en el suyo propio o en el de su gobierno, para decir que es un enorme orgullo, un gran honor y satisfacción el alojar a la familia real en Marivent.

Hace poco que el Banco de Inglaterra calculaba en términos económicos el impacto de las Olimpiadas de Londres 2012: cero libras de beneficio, con una década de austeridad como precio final. Y el sabio Bauzá, junto con su cohorte de súbditos hoteleros y banqueros pelotas, es capaz de cuantificar como incalculables los enormes beneficios económicos de la permanencia real o principesca unos pocos días al año.

Es de todos conocido que los turistas británicos y alemanes, los del todo incluido y fast food y sol y playa, eligen Mallorca porque a veces viene su majestad Juan Carlos I de España (o la reina, o los príncipes de Asturias, o las infantas...).

Seguro que el turismo español que, debido a la crisis económica, ha volado más cerca de la península, y ha aterrizado en Les Illes, lo ha hecho por encontrarse en las calles de Palma a la reina Sofía de compras. O al supercampechano rey Juan Carlos cenando en Port Portals. O al príncipe Felipe y familia dándose una vuelta en el tren y el tranvía de Sóller, o por el Real Club Náutico de Palma.

Qué austera es nuestra monarquía parlamentaria (ya saben, de las más baratas y menos transparentes de Europa). Se recorta los sueldos. Usa el barco Fortuna ("regalo" de los hoteleros y banqueros baleares a Patrimonio Nacional, para uso exclusivo de sus altezas reales) sólo cuando sale a navegar "en pruebas"; hay que ahorrar los miles de euros que nos cuesta a los españolitos llenar su depósito de carburante.

Y, el jefe del Estado (por la gracia genética), el rey cazador, llega incluso a disculparse tras su (enésima) cacería de elefantes: "lo siento mucho; me he equivocado; no volverá a ocurrir"; frase con la que nos han torturado durante semanas.

Si el señor Saridakis levantara la cabeza.

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