jueves, 15 de noviembre de 2012

Más allá de una huelga de trabajadores

Ya pasó. Día después de la huelga general del 14-N. Para los grandes sindicatos, seguimiento masivo; para los patronos, gobiernos, derechas, medios de comunicación y persuasión neoliberales, no hizo huelga ni el apuntador. La manipulación de cifras es tal, que incluso el colaborador estrella de Telemadrid, Hermann Tertsch, de generosas retribuciones pagadas con dinero público (por cierto), graba la crónica del "fracaso" de la huelga... antes de que comience (parece ser que para evitar la falta de cámaras y micrófonos el día 14, como consecuencia de la acción de las hordas rojas y sindicales).

Hoy leemos titulares y escuchamos declaraciones que califican la huelga de fracaso, y las manifestaciones de éxito. Es curioso que, sin tener las cifras ciertas de huelguistas y con las diferencias abismales habituales en el número de asistentes a las manifestaciones, se sepa que hubo más manifestantes en las grandes ciudades que trabajadores en huelga en todo el Estado. Por no hablar de los parados, estudiantes, pensionistas, autónomos; que no pueden hacer la huelga "clásica" de asalariado. Debe ser que la observación de las masas de las manifestaciones no les dejó ver lo que pasó en todos los centros de trabajo de España.

Previamente a la convocatoria de la huelga general tuvimos la preparación habitual. "La huelga es un instrumento obsoleto y poco imaginativo". Son más cómodas, controlables, reprimibles y apaleables policialmente las manifestaciones y concentraciones. Quizá los sindicatos podían optar por una huelga en los festivos, de seis a siete de la mañana (por ejemplo). O una huelga "a la japonesa", trabajando el doble de la jornada por el mismo salario (algo que desgraciadamente ya sucede con habitualidad). O, por qué no, trabajar gratis.

Este argumento es similar al utilizado para convencernos de que la clase trabajadora es algo del pasado. Para decirnos que todos somos "clase media"; la de la hipoteca fácil para toda la vida, la televisión de plasma y el monovolumen último modelo; todo en cómodos plazos. Que la lucha de clases es un invento de algunos libros de historia.

"La huelga es inoportuna; en un momento económico crucial para salir de la crisis; hundirá más al país". Seguro que les decían lo mismo a nuestros antepasados; en los decenios de lucha obrera sufridos para conseguir derechos y mejoras socio-laborales. Derechos que están siendo pisoteados; sistemática, planificada, premeditada y metódicamente, en meses. Es una osadía convocar una huelga, y no seguir permitiendo que Alemania, la UE, el BCE, el FMI, y sus subordinados Gobiernos de España (central y autonómicos de derechas) impidan la más mínima recuperación del consumo y de la economía.

"Las pérdidas económicas provocadas por la huelga son enormes". Arturo Fernández, vicepresidente de la patronal estatal (CEOE) y presidente de la madrileña (CEIM), da unas cifras astronómicas. Datos (del argumentario del PP), resultantes de un burdo cálculo divisorio del Producto Interior Bruto (PIB) anual del país. Y que, si tuvieran otras muchas variables (complejas) económicas y productivas en cuenta, nos darían una producción récord. Vamos, que no estaríamos en la gran depresión actual, y todo seguiría siendo de color de rosa. Al mismo tiempo el Sr. Fernández se contradice; manifestando que la huelga ha sido un fracaso: ¿en qué quedamos?

"Los piquetes informativos son violentos". Para los que nos califican como "progresistas" debemos llevar permanentemente adherido un pósit con la frase: "condenamos la violencia". Puestos a hablar de violencia, podemos interrogar sobre las amenazas del empresario de turno a sus trabajadores: —¿Vas a hacer huelga?/¿No harás huelga, verdad? —No. —Bien, porque ya tenía preparada la carta de despido. ¿No son violentos estos comportamientos? Las herramientas de miedo, coerción y disciplina con las que la reforma laboral del Partido Popular ha dotado al patrono, refuerzan mucho más estas conductas.

"El consumo eléctrico apenas ha disminuido; ha descendido menos que en la anterior huelga general de marzo". Los hay que han intentado influir en el tratamiento engañoso del famosísimo consumo eléctrico, con trucos como encender las farolas e iluminación públicas en pleno día. Pretenden hacernos creer que, por ejemplo, en un comercio de dos trabajadores en el que haya ejercido la huelga uno de ellos, se va a consumir un 50% de la electricidad. O que el trabajador huelguista que se queda en casa no consume electricidad. También pretenden comparar la huelga de marzo, con climatología primaveral, con la de noviembre, de clima invernal.

En el apartado de consumo eléctrico es interesante leer el análisis efectuado por el colectivo de Economistas Frente a la Crisis (EFC). En su análisis científico el indicador del consumo de electricidad imputable a la actividad productiva cayó en unas cifras que oscilan entre el 58% y el 66,8% (en mediciones efectuadas cada hora, desde las 00:00 a las 24:00 horas del día 14-N).

"Muchos trabajadores no hicieron la huelga porque no podían permitirse el descuento de un día de salario". Probablemente los mismos o muchos más sí la hicieron, aunque tampoco se lo pudieran permitir. Cabe preguntarse cuántos de los nuevos miles de desempleados que no hicieron la huelga general de marzo pasado sí que habrían hecho la del 14 de noviembre... de haber tenido un puesto de trabajo.

"Los sindicatos tienen que 'reinventarse' y 'modernizarse'". Ya sabemos que la afección sindical, como la política, no anda en sus mejores tiempos. Las cúpulas de los sindicatos representativos se perciben muy apoltronadas y privilegiadas. Habría que decir, en su descargo, que no todo el mundo quiere ostentar puestos de responsabilidad en los sindicatos. Tampoco todos los sindicatos, ni todos los sindicalistas, ni todas las bases sindicales, son iguales. Deben reflexionar sobre ello, y en el porqué no han podido convencer (una vez más) a muchos de sus afiliados para que secundaran el paro.

Pero no podemos caer en la trampa. La reforma laboral ha debilitado enormemente la capacidad negociadora y de contrapeso sindical. El camino es claro: sindicatos accesorios en unas relaciones laborales absolutamente individualizadas. Trabajador, vístete con la ropa de los domingos y péinate bien; toca la puerta del despacho de tu jefe/patrón, y negocia con él tus condiciones socio-laborales (salario, vacaciones, permisos, descansos, etc.).

¿Siguiente paso? Depende de los sindicatos; de las organizaciones y movimientos sociales; de (algunos) partidos políticos. Pero, sobre todo, depende de los ciudadanos; de la sociedad; del pueblo.

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