viernes, 18 de noviembre de 2011

El 20-N mi voto entrará en la urna

No olvido los recortes que ha realizado un partido que conserva en sus siglas las palabras "socialista" y "obrero".

Por lo que respecta a socialista, no parece que retroceder en derechos sociales y laborales sea muy socialista. Los pétalos rojos ya empezaron a marchitar y caer en la época de Felipe González, bajo el rimbombante nombre de socialdemocracia.

En cuanto a obrero, es un doble sarcasmo. Porque las reformas son en contra de la clase trabajadora. Y porque los obreros hace tiempo que se dejaron engañar (y cambiar el nombre) por el sistema capitalista y los poderes económicos, políticos y mediáticos conservadores, y llegaron a creerse aquello de que ya no existían clases sociales. Muchos de esos obreros que pensaron pertenecían a una "única" clase media, a los que les dieron la hipoteca para comprarse el piso, el coche, y las vacaciones en el Caribe —en la dorada época de la burbuja inmobiliaria—, han sido expulsados de su sueño con la violencia de la brutal explosión del ladrillo. El mismo banco que les puso el bolígrafo y la mesa de la notaría, ahora se queda con sus pisos, a la mitad del valor por el que se los tasó, y aun así continúan debiendo la otra mitad.

También tengo muy presente la agenda, medio mostrada, medio oculta, del PP. Aquello de que harán lo que tengan que hacer, como Dios manda, y con sentido común; sólo por la indefinición ya da miedo.

Vivo en una de las Comunidades Autónomas en las que gobierna el PP, las Illes Balears. Pese a la corrupción de la era Jaume Matas, la ciudadanía depositó la mayoría absoluta en las últimas elecciones autonómicas de nuevo en el PP. La teórica regeneración de la era Bauzá en realidad pasa porque su núcleo "duro" proviene de la etapa de Matas; por mucho que los mítines de la campaña electoral los hagan ahora lejos del Palma Arena, monumento estrella del latrocinio de Matas y compañía.
Aunque no han mostrado antes de las elecciones las tijeras de los presupuestos de 2012, ya tenemos el aperitivo de una especie de copago (repago) sanitario: van a sustituir las actuales tarjetas sanitarias por otras "inteligentes". Tan inteligentes son que cobrarán a los titulares 10 euros por tarjeta, con lo que recaudarán unos 10 millones de euros.
También han suprimido la subvención de los pañales para discapacitados; un gesto de una gran talla política y humana.

Tenemos otros muchos ejemplos de otras comunidades gobernadas por el PP: Madrid, País Valencià, Galicia, Castilla La Mancha.
Rajoy está tan crecido, que de su promesa inicial de no recortar en pensiones, en sanidad y en educación, ya se ha quedado sólo con pensiones.

El domingo iré a votar.

Porque no quiero que coloquen a "tecnócratas" no elegidos en las urnas, como en el caso de Italia y de Grecia.

Porque no quiero que "los mercados" gobiernen directamente, aunque ahora ya lo hagan indirectamente.

Porque no quiero una mayoría absoluta de la CEOE, de la Comisión Europea, de Angela Merkel, del FMI, de las sociedades de calificación, de los grandes fondos de inversión, de la gran banca, de los paraísos fiscales, de los grandes defraudadores.

Porque no quiero que se profundice en las políticas neoliberales y de recortes sociales y económicos.

Porque no quiero decirle a mis hijas pequeñas que cada vez estoy más convencido de que la única solución pasará por una revolución, y empezar de cero.

Porque creo que hay vida política a la izquierda del bipartidismo. Porque no quiero reforzar en el estado a los nacionalismos de derechas, españolistas y autonómicos.

Porque quiero dar una última oportunidad al Parlamento, antes que a las barricadas. Y ello pese a que el enemigo, supuestamente invisible, nos está disparando cada día, nos está hiriendo y empobreciendo más y más.

El 20-N mi voto entrará en la urna.

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