jueves, 15 de diciembre de 2011

Jornadas y horarios. Puentes y productividad

En España tenemos un tiempo anual de trabajo bastante generoso. Los Convenios Colectivos marcan una media superior a las 1.600 horas anuales de trabajo, cifra similar a la de Europa (UE-15). Sin embargo, según datos de 2007 de la OCDE, un español trabaja 1.655 horas, por encima de la media de la UE-15 (1.616) y a gran distancia de países como Alemania (1.433), Países Bajos (1.391) o Francia (1.568).

Tenemos unas jornadas laborales interminables, de sol a sol. Unos horarios disparatados, para la comida y la "siesta".

Y las patronales seguro que quieren arreglar estos desajustes y normalizar la situación —formaría parte de la "convergencia europea"—. Pues no, nos salen con la maniobra de distracción de los "puentes/acueductos". Nos facilitan unos datos multimillonarios de pérdidas (dicen que calculados a partir de los obtenidos en días de huelga), y con una propuesta de pasar la mayoría de festivos al lunes (con permiso de la Iglesia).

Nada nos dicen de racionalizar las jornadas laborales y los horarios. Bueno, sí: hay que trabajar más horas y más días, por menos salario, que los trabajadores tenemos que levantar la economía y el país (y mantener el robo de "los mercados").

Nada nos dicen de que el tiempo de trabajo de los Convenios Colectivos es imperativo, con las 14 fiestas anuales o sin ellas. Festivos que están en la línea de los otros países europeos, que tampoco es que en España nos los regalen.

Siempre nos comparan con (el resto de) Europa en lo negativo; nunca se quiere "importar" lo positivo. Salvo los horarios especiales y a turnos, en el resto de Europa lo normal es apagar las luces de la oficina entre las 5 y 6 de la tarde. Aquí lo habitual es salir de casa antes que el sol, y llegar de noche (con los niños, quien los tenga, normalmente ya durmiendo).

Son "costumbres" originarias de la época de la posguerra (años cuarenta del pasado siglo). Se corresponden con un tiempo en el que era habitual el "pluriempleo"; salarios míseros y grandes necesidades que provocaban el tener dos o tres empleos —a lo mejor este es uno de los motivos de no corrección, el volver a las condiciones laborales y sociales de entonces—. El origen después se ha ido disfrazando con diferentes máscaras, algunas de las cuales alcanzan la comicidad: como que el clima soleado acompaña los horarios y jornadas extensos (¿para qué disfrutar del clima cálido con el merecido tiempo libre, pudiendo estar en el "tajo"?).

Se premia el "presentismo", y se valora al trabajador por elementos y actitudes que exceden del ámbito puramente laboral y profesional; echando en cara la "osadía" del que cumple (en el sentido extenso del término) con su jornada y horario.

¿Quién no conoce horas extraordinarias fraudulentas? No retribuidas o pagadas en dinero "b" (negro). Millones de horas no cotizadas a la Seguridad Social, no ingresadas en la Hacienda Pública; y que significan miles de puestos de trabajo.

Háblese de racionalizar el encadenamiento de festivos. Pero también del encadenamiento de jornadas y horarios interminables.

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