domingo, 1 de abril de 2012

Mi adiós a Bankia, tras treinta años de trabajo en Caja Madrid

Compañeros/as / Companys/es,

Os escribo estas líneas para deciros que abandono Bankia. Me acojo a la baja indemnizada del ERE vigente. Hoy, último día laborable de marzo, es también mi penúltimo día como trabajador de Caja Madrid/Bankia.

Envío este texto voluntariamente (como no podía ser de otro modo), no por obligación. Y lo envío para informar en primera persona. Lo hago sin ánimo de tener que justificar una decisión personalísima. Sin interés en someterme a ningún escrutinio, juicio de valor, ético o moral, ni aprobación; que sólo corresponden a mi familia y seres queridos y, en última instancia, a mi propia persona.

En este correo intentaré no extenderme demasiado (cosa complicada en mí, y que ya presiento voy a incumplir). Quizá desarrolle las ideas que plasmo aquí, con algunas más, en el blog.

Han sido casi tres décadas de trabajo en Caja Madrid. Entidad en la que ingresé, por oposición, en 1.982 (con 17 años de edad). De los que he trabajado 14 años en Madrid, donde nací, y 16 años en las Illes Balears (Palma, Mallorca), donde vivo y han nacido mis hijas. Entidad en la que ascendí, por oposición. Entidad en la que terminé mis estudios medios; y cursé mis estudios universitarios. Entidad en la que formé mi familia.

Mucho ha evolucionado, desde entonces y en estos 30 años, Caja Madrid y el sistema financiero; y no precisamente de forma positiva.

Entrar en una caja de ahorros, se decía entonces, era como ser funcionario, pero ganando tres veces más... Coincidió también con el inicio del proceso de expansión territorial de las cajas de ahorros, en ocasiones realizado mediante la absorción de otras entidades.

Viví unos comienzos con el recién estrenado XIII Convenio colectivo de Cajas de Ahorros. Convenio que supuso una ruptura generacional y de derechos y beneficios laborales en el sector (con la desaparición del ascenso por antigüedad, y una nueva clasificación de categorías profesionales), con el fin primordial de ahorrar costes (por la vía siempre fácil del personal). Conozco por referencias directas un proceso asambleario convulso y ácido, que finalmente derivó en la firma del convenio; en el que llegó a plantearse (y triunfar) el hecho de aceptar un corte y recorte de derechos: menos derechos y beneficios para quien ingresara a partir de entonces (daba igual que fuera hijo/a de los trabajadores antiguos).

No obstante, en la base sociológica de la plantilla emanaba un sentimiento real (o con gran apariencia de autenticidad) de trabajo y esfuerzo colectivo (no de invididualismo e insana competición; excepción hecha de los clásicos "trepas"); había también cierta conciencia, si no de clase obrera, sí de clase trabajadora (póngase la etiqueta que se quiera, en términos retributivos, o añádase "élite"); todavía no se había empleado a fondo la maquinaria mediática y persuasiva del poder para engañar a los trabajadores, inoculándoles el espejismo de que la lucha de clases era historia, y que pertenecían a una exitosa clase media "reinventada" y casi "única". Los jóvenes universitarios todavía no eran educados en un feroz individualismo insolidario, acrítico e hipercompetitivo. La competencia y lógica aspiración a promocionar y ascender en la carrera profesional, tenía una muy buena válvula de escape con las oposiciones (parece ser que un método neandertal, en comparación con el dedazo actual).

También se corresponde con una etapa de cierto (falso) paternalismo. Podría citar, por ejemplo, el reparto en febrero de los famosos sobres, conocidos también como "soma" —"Un mundo feliz", de Aldous Huxley—; una especie de retribución variable sólo para jefes, con el clásico cambio de cochazo (visualizable en el aparcamiento de la central de Celenque).

Existía un contacto "físico" entre la parte financiera y la obra social. Los clientes usuarios, o sus familiares, te hablaban del hogar de jubilados, de la guardería, de la biblioteca, etc.; todos ellos del "barrio".

Un gran trecho ha pasado hasta el sistema de trile financiero actual. A los colocadores mandados y mecánicos de productos de forma indiscriminada. Y de los bancos de cajas en los que nos han convertido, renunciado descaradamente a crear una banca pública/social (a mayor gloria de los mercados y la gran banca privada de los grandes banqueros); repletos de directivos, ejecutivos y políticos corresponsables de la situación en la que nos encontramos. Llenos a rebosar de los mismos políticos que nos han vendido la mentira de que nos privatizaban y bancarizaban, con dinero público a raudales, para evitar la insoportable politización de las cajas de ahorros.

Yo ya no reconozco a Bankia como la entidad en la que ingresé. Donde he permanecido trabajando para vivir. A la que no tengo nada que agradecer; suscribimos un contrato laboral, yo he aportado mi fuerza de trabajo a cambio de un salario.

Estoy orgulloso de haber sido elegido en varios mandatos representante unitario de los trabajadores/as; de haber sido acogido y haber militado en el sindicato SABEI-CGT, con el que conecto ideológica y políticamente. Pese a haber navegado continuamente contracorriente. Pese a la fuerza numérica, que no de la razón, del sindicalismo institucional/mayoritario, gregario, corporativo y amarillo. No esperé en ningún momento que fuera "cómodo", cosa que hubiera conseguido en cualquiera de los otros sindicatos.

Estoy orgulloso de que mi sindicato no firmara el acuerdo de carrera sindical; un acuerdo de privilegios para las cúpulas de esos sindicatos. Es más, mi activismo sindical de hace años, me ha supuesto todo lo contrario de ese reprobable y repugnante acuerdo: tener el nivel y la carrera profesional topados.

La sección sindical debe continuar (y continúa), con la misma reivindicación, dignidad y lucha de siempre, ya que yo no soy imprescindible (creer lo contrario sería pretencioso).

Ello no es óbice para ejercer cualquier autocrítica posible, tanto colectiva como individual; y especialmente sobre los errores que yo haya podido cometer, dentro o fuera del cargo y secretaría correspondientes.

También debo decir que no comparto la campaña de difamación del sindicalismo y de los sindicatos y sindicalistas (orquestada por la derecha cavernaria), en genérico; parapetada en una reforma laboral que supone el mayor saqueo de derechos, en décadas, para la clase trabajadora —una reforma laboral para los grandes patronos, y no para los desempleados—. Forma parte de la estrategia de allanamiento, pasando la apisonadora contra todo lo que obstaculice el vaciamiento de derechos laborales, sociales y de servicios públicos. Sí que soy muy crítico con las cúpulas de los sindicatos mayoritarios, y su manifiesta pasividad ante las continuas agresiones a los trabajadores.

No podría haber tomado esta importantísima decisión sin el apoyo, comprensión y consejo de mi familia más próxima. Me supone un gran reto; ya que no puedo fallarles: a mi esposa y a mis dos niñas (aunque mis hijas, especialmente la más pequeña, no alcancen a comprender en toda su extensión la situación). Siempre se lo agradeceré, y estaré en deuda con ellas.

No tengo garantizado el futuro, en términos absolutos ni completos, hasta la jubilación. Posiblemente desarrollaré otra actividad profesional, en un futuro. Intentaré por todos los medios que no sea por cuenta ajena; que no se corresponda directamente con el sector financiero; y (si puede ser) que no tenga excesivo componente de valor añadido intelectual.

Claro que tengo incógnitas y dudas y temores (mezclado con ilusión y alivio); congoja y hasta miedo. Pero es un miedo que yo administraré, al menos de alguna manera, y no me inyectarán en vena los jerarcas y delincuentes económicos y financieros; —ni estaré a merced de jefecillos y parajefecillos del excel/powerpoint; incapaces de dirigir personas, y cuya máxima preocupación es medrar—.

Deseo lo mejor a los compañeros y compañeras que continuáis en el proyecto de Bankia. Mucha fuerza, paciencia, coraje y, como no, también suerte.

Deseo el mayor acierto a los compañeros de la Sección sindical de Balears, con los que colaboraré en la medida de mis posibilidades y disponibilidad personal y familiar. Confío en que no sufran el centralismo valenciano (a sumar al madrileño); después de haber reivindicado durante años en Madrid (y en Barcelona) el hecho diferencial insular; algo muy complicado con personas que, a lo sumo, pasan en las islas las vacaciones.

No quiero celebrar la despedida. Entre otros motivos, porque no encuentro nada que celebrar. Sólo quiero pasar página lo antes posible, e iniciar mi nueva etapa vital, profesional, personal y familiar. Vivir esta primavera inicial del resto de mi vida.

Nos veremos en Mallorca. Nos encontraremos, también, en las redes sociales.

Si me he extendido demasiado, disculpadme. Siendo consciente de que voy a tener que adaptarme a una nueva realidad, me gustaría terminar con esta cita: «El vaso en que bebo no es grande, pero es mío» -Alfred de Musset-.

Hasta pronto. / Fins aviat.

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